Acabé el año haciendo acopio de algunos diarios que me resultaban interesantes y estaba entre mis propósitos a incumplir de 2021 ir explorando este género para así dar un empujón a los míos. De entre todos empecé por estos porque me parecían los más ligeros, desde luego los que menos páginas tienen -ya sabemos que somos seres de consumo rápido- pero también es cierto que me interesaba el salto de lo digital al papel que había dado este autor.

La lectura de diarios es entretenida, da uno rienda suelta a esa pasión oculta de fisgonear en la vida de los demás buscando miserias comunes, anhelos comunes, buscando sentirse exculpado o reconfortado. Al final, Xacobe te cae bien, de una manera o de otra todos pisamos los mismos charcos con diferentes formas, y cuando las formas se parecen nos sentimos cerca. Eso con frecuencia es un alivio. Pero al final uno se pregunta para qué, si este exhibicionismo no tiene un objetivo, ¿qué sentido tiene? Se lo pregunta uno que va y viene del exhibicionismo público como quien recoge cada día los niños del colegio.

Estoy seguro de que cuando este chico publique su primera novela iré a leerla, querré comprobar de qué manera ha hecho la transición, querré asegurarme de que la popularidad que alcanzó con sus redes sociales, con la publicación de este diario de #Instagram en papel tenía el sentido de hacerse con un público objetivo que rentabilice el ruinoso negocio de la literatura. Y aplaudiré su estrategia y pensaré que sí que las redes sociales también pueden tener una utilidad, otro de los muchos pensamientos entre los que voy y vengo en sentido contrapuesto cada día.