No sé de qué manera extraña llegué a este libro pero lo cierto es que me resultó emocionante. Narra parte de la vida de una mítica librería parisina y de su propietaria, Adrienne Monnier. No es una novela aunque lo parezca, tampoco es una autobiografía, más bien es un libro donde se confunden los testimonios y los deseos, la vida y el sueño. Uno lee esta historia y le dan unas irresistibles ganas de llegar a esa librería y perderse en sus anaqueles, por más que no sea capaz de leer francés, siente la nostalgia de una vida no vivida, la satisfacción que produce saber en cuántos momentos de nuestra vida quisimos ser Adrienne y la angustia que nos dice que elegimos otra vía y que ésta solo podremos leerla en los libros. Pero reconforta saber que existen vidas, lugares así.