El Jarama ha sido una evocación constante. Cuando yo era muy pequeño, una tía mía me llevaba a casa de una prima o amiga suya, no lo puedo recordar, que estaba completamente inundada de libros. Llegábamos allí y a mí me dejaban tocar los libros, que estaban por todas partes, mientras ellas se dedicaban a charlar o hacer sus cosas. Aquel piso tenía un aspecto bohemio, caótico con estanterías repletas de volúmenes por todos lados, libros en las mesas, en el sofá. De cuando en cuando, aquella chica, me regalaba algún libro y el Jarama fue uno de ellos. Volverlo a leer ahora me ha llevado más al recuerdo de aquel apartamento que al río, a los otros libros que me regaló y no pude recordar, a los secretos que encontré entre aquellas estanterías y no he conseguido retener. Una bonita muestra de como un libro puede llevarte a lugares tan diferentes como el río en el que se desarrolla su trama, o un viejo apartamento que permanecía olvidado en un recóndito lugar de mi memoria.