La ladrona de libros es la típica novela que yo nunca hubiera leído por mi propia voluntad. Porque tiene un título que me huele a libro prefabricado y no me resulta atractivo, porque lleva el maldito sello del best seller con ese prejuicio acuestas y por esas cortinas horrorosas que aparecen en la portada. Es lo bueno del club, estoy cansado de repetirlo, que a veces nos obliga a leer libros maravillosos que nunca hubiéramos leído si nos fiáramos tan solo de nuestro sesgado y estéril criterio.

Son muchas ya las novelas que se han escrito sobre la segunda guerra mundial, muchas historias que narran el horror desde uno y otro punto de vista. Tantas, que al final todas terminan pareciéndonos la misma, sin embargo, ésta, desde la primera página, con la elección de ese narrador tan particular, con ese lenguaje que acaricia mientras cuenta, es sin duda una que cabe destacar. El horror de la guerra es siempre el mismo, incluso desde la perspectiva de los vencidos, desde la óptica de los malos, no vamos a descubrir nada nuevo, pero sí vamos a encontrar aristas a veces no pensadas. Todos, buenos y malos, vencedores y vencidos, pertenecen al mismo género aunque a veces cueste creerlo. Es bueno salir de los estereotipos, del maniqueismo imperante, y encontrarnos con libros como este, que narran una historia cualquiera en un lugar cualquiera circundado por uno de los mayores horrores de la Humanidad. Un libro para siempre que guardaré siempre en mi biblioteca.