Desde que empezaron a glosar su vida, como suele suceder en este país, justo después de su muerte, empecé a darme cuenta del terrible delito que suponía no haber leído ningún libro de quien parecía un personaje tan interesante y tan trascendental en la historia del siglo pasado de nuestro país y de Europa. En el piso de la playa de los padres de Isa me encontré esta novela. Era el momento y el lugar, así que me puse con ella sin demora. Una novela que es una especie de roman à clef, en la que se mezcla la realidad con la ficción, pero siempre todo engranado en la espina dorsal de la experiencia propia. Me gustó mucho la manera de escribir de Semprún, y sobre todo me fascinó todo lo que tiene que contar. Inevitablemente, habrá que seguir indagando en su obra.