Cuando un libro se convierte en un best seller, siempre digo que algo tiene que tener. Algo positivo quiero decir. Porque acercar a la lectura incluso a quienes nunca leen un libro es ya positivo en sí mismo.

A mí me dan un poco de grima los best seller, pero reconozco que es algo personal basado en mi experiencia. Salvo Los pilares de la Tierra, de Ken Follet, no recuerdo ningún otro que me gustara. Y desde un tiempo hasta ahora normalmente evito sus lecturas.

Esa es una de las múltiples cosas buenas que tiene el club de lectura, que no permite que uno se acomode en sus hábitos y vicios y de vez en cuando te obliga a leer algo que en las condiciones habituales uno no hubiera leído. Así llegó a mí el famosísimo libro del niño con el pijama a rayas, del irlandés John Boyne.

La reacción del club fue bastante enfrentada. Hubo una facción que se emocionó bastante con el libro y otra a la que no le dijo nada y también hubo medias tintas. A mí el libro me gusta como idea y reconozco que tiene una lectura amena y rápida, un ritmo bueno. Que tiene errores de bulto porque es un continuo amagar y no dar en el sentido de que la voz -el narrador supuestamente es uno de los personajes que tiene 9 años- es a veces un poco incongruente. Pero tengo que reconocer que por momentos es bastante emotivo. Y aunque previsible, porque la historia no cuenta nada que a estas alturas ya no sepamos, él hace que no sea un monóntono transcurrir. En definitiva, me alegro mucho por el irlandés, que acaba de solucionar su vida a tan temprana edad y con tan pocas páginas. Ahora, probablemente pueda dedicarse a leer y a escribir durante el resto de sus días. Envidia que tiene uno.