La literatura de Baricco es para mí como el amor. Da igual lo que escriba, si es un ensayo, un relato largo, una novela corta o, como es el caso una especie de western. Todo me resulta maravilloso. Bien pensado es una suerte tremenda, porque el amor en esa fase en la que cualquier cosa que viene del otro nos encanta, es un recurso escaso. No todo el mundo ha tenido la suerte de encontrárselo y quienes lo hemos hecho pues ya sabemos que dura lo que dura. Sin embargo, hay una especie de eternidad en los libros del italiano. Los leo, me fascino con su prosa poética, los almaceno con mimo, y trato de olvidarme de él, como si no existiera, hasta que de repente un día descubro la nueva novedad.

Solamente un genio puede utilizar un western para hablar de filosofía (¿qué pasaría si fueran los efectos los que generan las causas?) sin que resulte impostado, para explorar las crisis que sufrimos aquí y ahora a través escenas que sucedieron allí y nunca. Solamente un genio puede romper la linealidad del tiempo y que resulte atractivo, puede hacer de cada capítulo un relato independiente, de cada personaje un universo nuevo.