Desde que empecé a leer a Marías, puede hacer ahora unos doce años, me volví fan incondicional suyo. Leí casi toda su obra, dejando para el final «Tu rostro mañana» la trilogía enciclopédica con la que el autor se ‘vació’. Tal vez me dejara exhausto, a la vez que fascinado, porque lo cierto es que tomé cierta distancia de su literatura. Creo que apenas leí «Los enamoramientos», dejé de leer los artículos, con alguna excepción, y no fue por ningún motivo concreto, sino por aquello de que la vida nos lleva por otros rumbos y el tiempo, limitado, nos obliga. El caso es que en estas vacaciones el azar que ahora domina mis lecturas me llevó a ésta su última (creo) novela y he vuelto a pasarlo tan bien frente a un escritor sublime. Una historia literaria, cinematográfica, pausada, con personajes inacabables, con subtramas siempre interesantes (aunque alguna un tanto inconclusa y tal vez prescindible), con esa manera inequívoca que tiene Marías para detener el tiempo en la narración. Me ha recordado de nuevo cuánto me gusta y que tal vez no debiera apartarme tanto de su camino