Toda mi vida he tenido la sensación de estar persiguiendo cosas inútiles. Quien iba a pensar que llegaría una pandemia para encerrarnos en casa y ponernos frente al espejo de nuestra propia inutilidad. Tantos días mirando la misma pared sirven para darnos cuenta de que más que una sensación era un evidencia, todas las cosas inútiles que he perseguido no me han servido para nada, tal vez tan solo para salvarme ahora, para enseñarme que las cosas inútiles pueden llegar a ser las más útiles. Porque la vida es pura sorpresa y sobre todo, contradicción.

El libro me lo regaló mi amiga Victoria, a la que le gusta hacer posible lo imposible, sobre todo cuando se trata de correr tras algo. Lo leí antes de que todo esto sucediera y me asombró. La historias de hombres como Terray nos rescatan de esta vida uniforme que parecemos destinados a vivir. Todos deberíamos intentar escalar montañas, aunque no levanten dos palmos del suelo, para darnos cuenta de algunas de las cosas que parecía que la pandemia nos enseñaría y que sin duda ya hemos olvidado.