Pensamos que el dinero es la solución a todos los males (y los bienes) y claro, siempre necesitamos más, porque siempre hay males que curar y bienes que aumentar. Si tuviéramos dinero podríamos comprar esa casa que no tenemos, o cambiar el coche, podríamos hacer ese viaje que tanto se resiste. Tener dos armarios en vez de uno, diez pares de zapatos en vez de cinco. Si tuviéramos dinero, aunque sólo fuera un poco más, seríamos más felices. Pero no es verdad, nada de esto es verdad, sólo que ya es difícil estar preparado para entenderlo.

No voy a seguir por la vía de la cursilería y decir aquello de que las mejores cosas son las que no pueden comprarse con dinero, que si el abracito de cual o el besito de tal. Bah, no, seré más práctico, os hablaré del diamante de Moonfleet. No creeríais a quien os dijera que su posesión os traería la desgracia de la mano de sus riquezas, ¿verdad? Incluso aunque os lo advirtieran, bajaríais al pozo a por él, sabedores de que os podría proporcionar la casa, el viaje, los armarios. Haríais oídos sordos a quien os aconsejara alejaros de él, achacaríais su discurso a leyendas basadas en la envidia. Arriesgaríais.

Por eso es tan bueno leer novelas de aventuras, porque a veces nos enseñan cosas que ya no podemos descifrar de nuestra vida real. Al final, la vida no es el diamante, ni tampoco su riqueza, la vida es la aventura, la búsqueda, la compañía, el ideal, el amor …. ahhhhh el amor. Sortear la tempestad, encontrar nuestra particular bahía de Moonfleet y reconocer lo que verdaderamente importa.