A veces me asombra la memoria de María. Mientras avanzábamos en esta fabulosa historia de Dahl, y aprendíamos como estar atentos para reconocer a las brujas que pueblan el mundo y acechan peligrosamente a los niños, yo tenía un runrún sobre la historia que achaqué a la experiencia como lector. Como si estuviera anticipando aquello que venía después.

Pero no, mi conocimiento de las tramas, de los cimientos internos de la literatura no es tan preciso ni da para tanto. María, en un momento, hizo clic, y reveló el misterio: «Papá, ¿no te acuerdas? De este libro hay una película que vimos» Y empezó a anticiparme algunas de las cosas que iban a suceder. Ni Darío ni yo recordábamos nada pero en efecto, hay una película malísima que vimos hace años. Increíble que ella lo recuerde.

Pero eso no le hizo perder interés en la historia. Seguimos cada noche avanzando en las aventuras de Luke y su abuela noruega para escapar de ese congreso maléfico de brujas. Y siguieron fascinándose (Darío un poco más escéptico) con las mujeres que siempre llevan guantes, y zapatos cubiertos. No bajen la guardia, las brujas pueden estar en cualquier lugar.