Richard Yates fue todo un descubrimiento con su impagable «Revolutionary Road», uno de los mejores libros que he leído nunca, y que me costó tanto trabajo encontrar, hasta que por fin hicieron la película y lo reeditaron.

Imagino que al candor del éxito cinematográfico publicaron esta otra novela de Yates, que me recomendó fervientemente Amador, cuyo criterio literario tengo en alta estima. El caso es que me gustó sin llegar a los niveles de Vía Revolucionaria, pero bastante en la línea. La novela destila también ese tono de desesperación dotidiana, esa tristeza filtrada a través de los poros del fracaso del día a día, de las vidas que se consumen sin poder ser lo que un día quisieron ser.