Uno de los patrones de este diario de lecturas es que me gusta mezclar pensamientos que me rondan, lo que ocurre con mi vida, de qué manera el libro ha entrado o influido en ella. Es esencial ser disciplinado en los post para poder alinear el asunto de la manera adecuada. Pero sucede que el año pasado fue distinto, muchas cosas quedaron interrumpidas, incluidas las lecturas, no digo ya las reseñas, y de resultas de aquello, se está produciendo un bonito quilombo.

Mezclo lecturas de ayer con pensamientos de hoy, de ahí sale una de las típicas técnicas para crear una novela. Ya no soy el tipo que leyó Miss Marte el año pasado, soy uno distinto, con lo que cualquier cosa que os pueda decir sobre Jabois, o sobre Lavinia, o sobre Berta, estará tamizada por todo lo que sucedió entre medias, por todo lo que me sucede ahora, por Heydrich, por el silencio interior, por una búsqueda distinta. Sabiendo encontrar las conexiones entre el ayer y el hoy podría escribir mañana.

Así es la realidad, una vidriera temporal que todo lo transforma. Jabois es el periodista de cuantos yo leo que mejor sabe representarla, por eso me gusta leer sus reportajes, sus columnas, ahora también sus novelas. Esta es una gran historia que invita a reflexionar sobre algunas de las grandes cuestiones del periodismo: la relatividad de la verdad, cuánto modifica la realidad aquello que no se cuenta, por qué miramos a veces para otro lado, por qué no sabemos separar el foco de según qué cosas. Un relato que fluye, a veces vertiginoso, a veces de forma pausada, con un cierre casi perfecto, no por menos esperado. Leer a Jabois siempre es una gozada.