Garci suele contar que su padre siempre le decía que no fuese nunca a ningún museo con la intención de ver más de cinco o seis cuadros. Hacer lo contrario es acabar saturado, no ver realmente nada.

Lo he recordado al terminar este primer volumen de la poesía completa de Javier Egea, a quien tenía pendiente leer desde hace mucho. Tal vez por pagar esa deuda me he pegado un atracón contraproducente. A los poetas, como a los cuadros en los museos, hay que digerirlos de a poquito. Pero Javier fue un poeta excepcional, que, dentro de la sobredosis, me ha emocionado muchas veces. Dejemos algún ejemplo.

Tú que todo lo sabes
sabrás que regresaron los vencejos
y no han reconocido los aleros ni el patio
y parecieron locos sobre tantas ruinas.

Javier Egea, Paseo de los Tristes.