Ya está. Se acabó. Ya terminé de leer «Tu rostro mañana», la obra cumbre de Javier Marías. Y ahora no sé que decir. Me he quedado mudo, sin palabras, sumido en una de las crisis literarias en que me instalan autores como éste. Cuando uno se da cuenta de que no se puede escribir mejor, de que no se puede escribir siquiera, de que es un insulto, una desvergüenza lo que uno perpetra a veces y lo enseña y hasta incluso se siente orgulloso de un talento supuesto que ahora, después de una lectura como ésta, se descubre en ridídulo y sonrojante. Pero no es de mí de quien quiero hablar. Tengo mi crisis por no querer escribir nunca más, que se me pasará, pero también tengo la tristeza y la nostalgia que se tiene cuando has tenido algo grande entre tus manos y se acaba. Como todo en la vida, sucede que al final se acaba.

El último tomo de esta novela, porque es lo que es en realidad, una novela dividida en tres partes – no me cuadra el concepto de trilogía – es un broche magnífico, donde todo se cierra sin cerrarse. No voy a revelar datos de la trama por si alguien no ha leído todavía el libro pero sí quiero decir que todo lo que Marías hace me resulta brillante. Me resulta brillante la facilidad con la que ralentiza la literatura, con la que detiene la historia, y me encanta la forma en la que se instala en los detalles (la mancha roja, la media de Pérez Nuix…) aparentemente inocuos pero que son un perfecto hilo conductor para transmitir los pensamientos del narrador. Y me resulta brillante el final sin final que ha dado a todo. Como no ha dejado cabos sin atar y a la vez ha dejado la historia abierta. Los personajes están «vivos» e incluso los que están físicamente muertos, dejan cosas que contar, perfectamente estudiadas. A mí me parece que eso es algo muy complicado de conseguir y su brillantez para hacerlo me fascina.

Me gustan mucho sus personajes, cada uno de ellos, incluso los secundarios (ese matador de toros…), y el telón de fondo que es en la novela su padre y Mr. Wheeler, me encantan las historias parciales que cuentan, el careless talk, nuestra cruda guerra civil y sus consecuencias, la forma en la que él mantiene la intriga, de la mancha, de la muerte de Valerie Wheeler, para terminar por resolver, sin dejarnos ninguna duda. Y sobre todas las cosas me maravilla la pulsión de su literatura, el tono, el ritmo, la manera de hablar de las nostalgias, de la soledad, de la pareja, del pasado, de las pasiones más humanas.

En definitiva, un auténtico maestro. De los que uno se encuentra muy de tarde en tarde. Y no suelen estar vivos.