El otro día mi hija Paula, en un intento de cuantificar cuánto la quiere, le dijo a su madre: «Mamá, te quiero todos los números». Es evidente que tenemos en ciernes a una gran matemática o a una gran poeta. O quien sabe si no sean ambas la misma cosa por más que a veces nos parezca que las matemáticas se encuentran en las antípodas de la poesía. Yo, que a veces me acuesto poeta, tengo la firme convicción de que en las matemáticas está todo, también la poesía.

Me gustan los poemarios que conservan la versión original cuando son en una lengua que puedo entender. Me gusta sumergirme en la fuerza evocadora del origen, en las formas y maneras de la traducción, qué difícil es siempre traducir, y que complicado cuando se trata de poesía. Tal vez eso me haya distraído o tal vez no haya conectado con tanta amargura y tanta sobriedad en estos poemas de #LouiseGlück.

La poesía también es eso, conexión. Cuándo y cómo leemos, de qué manera colocamos el espejo para poder entender los reflejos de quien trataba de explicarse en cada poema. A veces uno no entiende nada, solo un rumor, un grito vago e ininteligible pero siempre, siempre queda algo, aunque sea un simple verso:

«Me salvaste, deberías recordarme.»